La palabra evangelio quiere decir “buenas noticias” y es la historia de lo que Dios ha hecho para salvar a pecadores rebeldes y hacerlos sus hijos. Hay cuatro partes de esta historia maravillosa.
1. La creación
Dios, el creador y rey de todo, creó a los seres humanos para vivir con él como sus hijos felices, disfrutando de su comunión y presencia. Nos dio la responsabilidad de señorear sobre su creación (Génesis 1:26-28).
2. La caída
Las primeras dos personas, Adán y Eva, decidieron que no quisieron vivir como los hijos de Dios. No quisieron vivir bajo su autoridad. Entonces desobedecieron a Dios (Génesis 3:6-7). Así entró el pecado en la humanidad (Romanos 5:12), y así fue rota la comunión original que tuvo Dios como los seres humanos (Génesis 3:8). Cada descendiente de Adán y Eva les ha seguido en su pecado (Genesis 6:5, Romanos 3:10). Nosotros, por naturaleza, queremos ser el rey de la vida, entonces estamos en rebelión en contra de Dios el verdadero rey (Salmo 2:1-3). Puesto que todos nosotros, por nuestra desobediencia, rebelamos en contra del Dios Santo, todos nosotros merecemos como castigo justo la ira infinita de Dios (Romanos 6:23).
3. La redención
Dios en su amor envió a su hijo divino para hacer lo que ninguna otra persona ha podido hacer: vivir perfectamente bajo la autoridad de Dios el Padre (Juan 8:29). El hijo eterno de Dios llegó a ser hombre, concebido milagrosamente por el Espíritu Santo en una virgen. Este Dios-Hombre, Jesús de Nazaret, nunca desobedeció a Dios (1 Pedro 2:22). Por su obediencia perfecta, ganó el favor eterno de Dios (Mateo 3:17, Juan 17:4-5). Mereció disfrutar la comunión que la humanidad había perdido por su pecado. Fue totalmente inocente, y entonces no fue digno de muerte. Pero Dios el Padre cargó en Jesús nuestro pecado (Isaías 53:6). Aunque no mereció el castigo de Dios, el Padre derramó sobre él toda su ira porque estaba llevando en si el pecado del mundo. Dios le castigó a él en nuestro lugar (Mateo 27:46, 1 Pedro 3:18). Jesús dio su vida por nosotros, satisfaciendo la justicia de Dios (Romanos 3:25-26). Ahora cualquier persona que reconoce su posición delante de Dios como pecador perdido, digno de su ira infinita, puede huir a Jesús y esconderse en él (Filipenses 3:8-9). Jesús responde delante de Dios por aquellas personas que dependen de él y de su obra (1 Juan 2:1-2, Hebreos 7:25). Jesús recibió nuestro castigo y en cambio nos puede dar su obediencia perfecta delante de Dios (2 Corintios 5:21). Y lo hace por cada uno que pone su fe solamente en él. Hay un himno que dice:
Cuando el Juez sin igual vino mi alma a juzgar,
Y un fiador me pidieron por mi alma inmortal;
Allí mi Jesús se volvió en pro de mí,
Y exclamó con amor: “Yo respondo por ti.”
Esta es nuestra única esperanza: Que Jesús responde por nosotros delante de Dios.
4. La consumación
Esta palabra quiere decir que Dios va a llevar a cabo todos sus propósitos. Un día en el futuro Jesús va a venir a este mundo otra vez. En ese día, toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor (Filipenses 2:9-11). Y Jesús, el rey sobre todo, juzgará a todos los hombres (Hechos 17:30-31). Rechazará a aquellos que le rechazaron en la vida, y llevará a su lado a aquellos que pusieron su fe en él y reconocieron su autoridad en la vida. A los rebeldes mandará Jesús al infierno por la eternidad, pero a Su pueblo recibirá para estar con él para siempre (Mateo 25:46).
En cada religión del mundo, el hombre tiene que llegar a Dios por medio de su propia fuerza y su propio mérito. Hay que dar dinero, o cumplir con una lista de requisitos, o hacer buenas obras. Enseñan que Dios requiere una vida reformada. Que la salvación depende del hombre. Hay que hacer para que Dios te acepte. Pero estas ideas no concuerdan con la verdad de Dios. En el Cristianismo, según la Biblia, la única cosa que nos queda es responder a lo que Jesús ya ha hecho. La salvación depende 100% de Jesús. Hay que dar la espalda al pecado y a la rebelión y poner la fe solamente en él. Es la única respuesta correcta al evangelio.
Se puede ver aquí otra presentación del evangelio.