En la entrada anterior, nos dimos una prueba de audición espiritual. ¿Te desanima reflexionar sobre tu habilidad para absorber y comprender la verdad bíblica? Afortunadamente, el autor de Hebreos no nos deja sin un remedio para nuestros problemas de audición. ¡Esa es una realidad maravillosa sobre la Biblia! En el espejo de la Palabra de Dios, vemos una imagen precisa, aunque poco halagadora, de nosotros mismos. ¡Pero también vemos la hermosa solución en Cristo! Veamos cómo nosotros, como creyentes, podemos madurar en nuestra capacidad de procesar verdades espirituales.
Una imagen práctica de la palabra
En lugar de darnos una lista paso a paso, el autor de Hebreos ofrece una imagen de palabra para describir el crecimiento espiritual. “Tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez” (Hebreos 5: 12–14).
Los bebés aún no pueden ingerir alimentos sólidos; por eso beben leche. La siguiente etapa es puré de alimentos para bebés. Una vez que se pasan a sólidos, la comida debe cortarse en porciones pequeñas para que no se ahoguen. Sin embargo, eventualmente, los niños llegan al punto en que pueden cortar, recoger, masticar y tragar los mismos alimentos que comen sus padres.
De la misma manera, a los creyentes inmaduros, les falta la capacidad de procesar verdades espirituales profundas. Necesitan a un predicador o un maestro para dividir los pasajes complejos en pedazos pequeños. Esto no es algo malo para un nuevo creyente ¡de hecho, es un proceso emocionante! Discipular a alguien que no tiene experiencia con la Palabra de Dios es un privilegio maravilloso. ¡Qué asombroso es ver cómo se enciende el foco cuando comienzan a procesar y comprender las realidades espirituales!
Sin embargo, una mujer con años de vida espiritual a sus espaldas no debe seguir una dieta a base de leche. Dios espera que los creyentes maduremos en nuestra capacidad de entender Su Palabra. Necesitamos ser hábiles con el tenedor y el cuchillo, cortar las porciones más carnosas de las Escrituras y masticar cada palabra. Al escritor de Hebreos le preocupa que estos creyentes, que ya deberían ser maestros, todavía necesiten ser alimentados con cuchara.
Cómo ocurre el crecimiento: El ciclo de aprendizaje, práctica y discernimiento
“Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:14).
Así como un bebé debe practicar tragar y masticar, los creyentes deben poner en práctica las cosas que aprenden de la Palabra de Dios. Hay pasajes de las Escrituras muy básicos que deben ser aplicados. A medida que vivimos lo que aprendemos, crecemos en nuestra capacidad de aprender más verdades. Y luego ponemos en práctica esas verdades. Eventualmente, estamos tan arraigados en la clara enseñanza de las Escrituras que podemos discernir la mente de Dios en cosas que no se mencionan específicamente en la Biblia. Es un ciclo emocionante, que dura toda la vida, de aprender-practicar-discernir.
Hacemos esto en nuestras interacciones con otras personas. Las amistades se basan en el conocimiento y la aplicación de ese conocimiento. Podemos perdonar a un nuevo conocido por hacer cosas que nos irritan o por ignorar nuestros deseos. Pero mientras más profunda es la amistad, más esperamos que la otra persona actúe sobre su conocimiento de nosotras. Es doloroso que una amiga ignore a sabiendas nuestras preferencias o convicciones. Incluso esperamos que nuestros amigos más cercanos actúen sobre el conocimiento “inferido”: “¡Debiste saber que no me gustaría esta película!” Todas las relaciones crecen utilizando el ciclo de aprender-practicar-discernir. ¿Conocemos a nuestro Dios así? ¡Él quiere que así sea! El Creador del universo se nos ha revelado y nos invita a tener una relación con Él. No importa en qué etapa de madurez espiritual estemos, el proceso de crecimiento es el mismo para todos los cristianos. Comienza con nuestra audición: escuche activamente lo que Dios dice en Su Palabra. Ponlo en práctica en tu vida. Crece en tu conocimiento de Dios. Repite.
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