Cuando estudiaba en la universidad, mi carrera fue “el oratorio interpretativo.” Me gustó mucho. Aprendí un montón acerca de la comunicación, la literatura, y el drama, pero mi tarea tendió de ser cosas como: Pasa 50 minutos cada semana leyendo algo en voz alta, poniendo atención a una buena calidad vocal.
Por otro lado, unas buenas amigas mías estudiaban la medicina y la biología. Una mañana estaba desayunando con una de ellas. Comí mis panecitos mientras probablemente pensaba en cómo iba a representar a Ana de las Tejas Verdes en mi clase de drama. Ella estaba estudiando tarjetas con latín o algo así, preparándose para un examen en una clase de no sé qué, pero algo como El Funcionamiento de Sistemas Microbiológicos y Anatómicos. Parecía que ella y los otros estudiantes de biología siempre tenían “¡Un Examen Tremendo!” en algo. Siempre estaban cargando libros enormes y escribiendo en tarjetas.
Recuerdo que intenté a animar a mi amiga antes de que nos separamos. “Rachel, lo siento mucho por cuán difíciles son las cosas ahora. Pero, cuando yo voy a ver a un doctor, voy a apreciar todo lo que sufran los médicos.” (Se me ocurre que realmente debo utilizar mi talento de “animar a otros” con más frecuencia.)
No sé si mi plática inspiradora ayudó a Rachel o no, pero yo creo que la mayoría de gente están de acuerdo conmigo. Nos gusta ver los títulos en las paredes de la oficina del médico y conocer que no es nada fácil conseguir uno. A veces nosotros literalmente ponemos nuestras vidas en las manos de doctores, e insistimos que conozcan bien su trabajo. Para mí es esencial que ellos sean los expertos porque yo, la estudiante del oratorio, definitivamente no entiendo la biología. No tomaba clases del Funcionamiento Anatómico, y conozco muy poco latín (y, en este caso, “muy poco” quiere decir “nada”). Tengo que confiar en la capacidad del doctor.
En la misma manera, exigimos de nuestros pastores, quienes cuidan por nuestras almas eternas, que sean capaces en su profesión. Esperamos que sean teólogos competentes. Y ciertamente debemos esperar que nuestros pastores sean aptos para enseñar. Pero la gran diferencia entre el estudio de la biología y el estudio de la teología es que no somos permitidos externalizar la capacidad teológica. Dios quiere que todos los cristianos entendamos la teología correcta.
Y, sí, cuando digo “la teología,” me refiero a un entendimiento serio acerca de lo que enseña la Biblia acerca grandes temas como “la revelación,” “la encarnación,” “la inmutabilidad,” “la predestinación,” y “la propiciación.” Estoy convencida de que todas nosotras debemos buscar procurar un entendimiento de la doctrina a fin de que seamos seguidoras fieles de Cristo. Nos estoy desafiando a dejar de pensar en términos como “la propiciación” como un asunto útil solamente para discusiones en las salas de seminarios y empezar a amar lo que Dios dice que el término realmente significa.
En unas siguientes entradas, voy a respaldar mi desafío con razones que refuerzan el llamamiento bíblico a entender, y vivir, una teología sana.
Escrito por Andrea Crocker
Foto porMartin Brosy on Unsplash