Jesús es único en la historia del universo. El es único en su naturaleza: el Dios-Hombre. Porque es Dios, siempre ha existido. Dice el profeta Miqueas que “sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2). Pero llegó a ser hombre hace 2000 años, sin dejar de ser Dios. El “fue hecho carne” (Juan 1:14). Tiene una naturaleza divina y una naturaleza humana, y las dos naturalezas son perfectamente unidas en Su persona. Es 100% Dios y 100% hombre. Nunca ha habido otra persona así, y nunca jamás habrá otra persona así. Es la naturaleza única de Jesús.
El es único en su misión: Hay “un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Un mediador tiene el trabajo de reconciliar a dos personas. Dios dice que solamente Jesucristo tiene la misión de reconciliar al hombre con Dios. Jesús mismo dijo que vino “para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45) y que vino “a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Jesús vino para rescatarnos de nuestro pecado y del castigo que merecemos por causa del pecado. El mismo llevó nuestro pecado (1 Pedro 2:24) y sufrió la ira de Dios en nuestro lugar. Por eso exclamó en la hora de muerte, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mateo 27:46). Solamente así puede Dios salvar a una persona. Jesús ya ha sufrido el castigo, y Dios acepta a cada uno que depende de lo que ha hecho Jesús. Esto se llama el Evangelio. Cuando una persona pone su fe solamente en Jesús, en ese momento, Dios borra todo su pecado, perdona toda su rebelión, y le concede la vida espiritual que nunca jamás terminará. Es la misión única de Jesús.
El es único en su posición: Aunque es muy común ver imágenes de Jesús sobre una cruz, la obra de la cruz es incompleta aparte de la resurrección. La resurrección y exaltación de Jesús fueron la respuesta de Dios el Padre a la muerte de Jesús en la cruz. En la Biblia, en Filipenses 2:8-11, leemos que Jesús “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” Las palabras “por lo cual” son muy importantes aquí. Nos enseñan la opinión de Dios acerca de lo que sucedió en la cruz. El Padre aceptó el sacrifico de Jesús y lo aprobó. Obedeció hasta la muerte de la cruz, por lo cual Dios lo exaltó hasta lo sumo. Lo sumo. Dios sometió todas las cosas bajo sus pies (Efesios 1:22). Jesús dijo, “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). Jesús no está muerto ahora. No está sobre una cruz. No está en una tumba. Está a la diestra de Dios, exaltado y reinando sobre el universo con toda autoridad. Es su posición en este momento. Así como Rey universal, El demanda la sumisión de todas las personas en todos lugares (Hechos 17:31), y acepta a todos que se arrepienten y ponen su fe en El. Esta es la posición única de Jesús.
El es único en su valor: Por causa de las cosas escritas arriba, Jesús merece nuestra adoración, nuestra lealtad, nuestra fuerza, nuestro amor, y nuestro servicio. Aún en el cielo se proclama: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Apocalipsis 5:12). Nuestra jactancia no está en nosotros mismos: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gálatas 6:14). Cuando nos reconocemos como pecadores viles, perdidos, merecedores del infierno, podemos gloriarnos con gozo en Jesús, nuestro todo: “Pero por obra Suya están ustedes en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, santificación y redención, para que, tal como está escrito: ‘El que se gloria, que se gloríe en el Señor.’” (1 Corintios 1:30-31). El merece todo lo que somos y todo lo que tenemos, porque sin Cristo seríamos hijos de ira para siempre. Este es el valor único de Jesús.
Por causa de todas estas cosas, necesitamos dar nuestra atención a la Biblia, buscando a Jesús por sus palabras.