Mi hija de cinco años tiene una habilidad especial para encontrar cosas que hemos perdido en la casa. La hace muy feliz encontrar algo para alguien porque le encanta ser útil. Bueno, a veces a ella le gusta ser útil, pero realmente le encanta que la reconozcamos con el título ilustre que le hemos otorgado: “Buscadora Más Magnífica”. Ella se proclama a sí misma con ese título con frecuencia, y le molesta mucho tener un hermano que disputa la afirmación de ser la Buscadora Más Magnífica.
En algún tiempo el comportamiento como el de mi hija se consideraba inmaduro. Cuando una persona se jactaba o ponía valor a si mismso se consideraba inferior a las personas respetables. Por ejemplo, los candidatos presidenciales de los Estados Unidos no hacían campaña en su propio nombre hasta el séptimo presidente Andrew Jackson. Fanfarronear la sabiduría, la fuerza y el dinero en público no era una estrategia efectiva para obtener acceso a la presidencia. De hecho, aún no escuchas a los candidatos hablar sobre lo bueno que son o cuánto dinero tienen o … bueno, me estaba asegurando que estuvieras poniendo atención. Los tiempos han cambiado ¿cierto? La jactancia se está convirtiendo en un hábito muy común en nuestros días.
Pero para que no empecemos a pensar en los buenos tiempos de los 1800’s, recordemos que alardear de su inteligencia, su poder y su dinero es una antigua costumbre que se remonta a antes de la primera campaña presidencial en la historia. Dios acusa a las personas por su arrogancia en varios lugares de la Biblia.
En Jeremías 9:23–24, encontramos este pasaje:
“No se gloríe el sabio de su sabiduría,
Ni se gloríe el poderoso de su poder,
Ni el rico se gloríe de su riqueza;
Pero si alguien se gloría, gloríese de esto:
De que Me entiende y Me conoce,
Pues Yo soy el Señor que hago misericordia,
Derecho y justicia en la tierra,
Porque en estas cosas Me complazco,” declara el Señor.
En este pasaje hay mucha enseñanza, pero el principio clave es: “Conocer a Dios es mucho más impresionante que ser inteligente, poseer fuerza o ganar dinero.” Dios dice que, si vas a jactarte de algo, hazlo acerca de conocerlo a Él. Conocer a Dios es la mejor cosa que cualquier ser humano puede hacer.
En una entrada anterior el desafío fue hacer un esfuerzo para aprender acerca de quién es Dios (la teología). Voy a exponer algunas razones por las que creo que es necesario estudiar la teología.
La primera razón por la que creo que deberíamos estudiar teología es porque es la única forma de conocer a Dios en una manera personal. Es imposible conocer a Dios a menos que Él se revele a nosotros. (No quiero decir que conocer la teología es lo mismo que conocer a Dios. No lo es. Se podría saber mucha teología y no conocer a Dios personalmente.) Tenemos el mundo natural que Él creó y tenemos una conciencia que Él nos dio. Dios utiliza estas cosas para revelarse en una manera general a la humanidad. Pero si no tuviéramos la enseñanza que aprendemos exclusivamente por medio de la palabra escrita de Dios, no pudiéramos conocer a Dios a un nivel personal. Dependemos completamente de la auto revelación de Dios para saber cualquier cosa acerca de Él, y dependemos completamente de la doctrina (la enseñanza) revelada en la Biblia para verdaderamente conocer a Dios personalmente.
Si eso no es suficiente motivación para buscar y conocer a Dios por medio de la teología, veamos ¿Qué piensa Dios de las personas que no tienen interés en conocerlo? En los versículos 3 y 6 de Jeremías 9 Dios dice:
“Tensan su lengua como su arco;
La mentira y no la verdad prevalece en la tierra;
Porque de mal en mal proceden,
Y a Mí no Me conocen,” declara el Señor.
Tu morada está en medio del engaño;
Por causa del engaño rehúsan conocerme,” declara el Señor.
Un conocimiento preciso de Dios no es algo que Dios nos ofrece para que lo tomemos o dejemos, dependiendo de nuestros intereses personales. Podemos seguir a los malvados que se niegan conocer a Dios o podemos seguir un camino que Dios dice es algo para jactarse.